Llega un 28 de febrero y escribes la palabra “Fin” en la página 298 del archivo de Word. Una carga de felicidad y alivio recorre tu cuerpo porque son muchos años, con parones, los que llevas viviendo en tu mente y escribiendo esa historia.
El día siguiente, cuando ya has avisado a tu círculo de personas más cercano y lo has hecho público por la redes sociales, la tristeza te golpea con fuerza. Es entonces cuando te das cuenta de que has cerrado la historia y de que no vas a volver a vivir en la mente de Sara. De que ya no vas a poder crear más historias para ella y, después de tantos años, te ves obligada a despedirte. Sí, soy de esas, de esas a las que les cuesta despedirse de sus personajes.
Y me cuesta tanto, que en pleno confinamiento algo en mi mente prende una chispa de unos hilos que he dejado sin unir en la historia de Sara. Sorprendentemente, y ante todo pronóstico por la falta de tiempo y la impresionante carga de trabajo durante esos meses, escribo la cuarta novela a la que le falta el epílogo, porque cerrar dos puertas en menos de cuatro meses me supone mucha desolación.
Entre medias, llega tu pepito grillo y te dice: “Durante este confinamiento van a ser muchos los que escriban novelas, tal vez no deberías demorar demasiado el buscar una editorial”.
¿Ya? ¿En serio? Me lo pensé durante una semana y comencé a buscar correos electrónicos que fui recopilando en un archivo .txt, sí, .txt… Comencé a mandar e-mails con lo que cada editorial pedía. Una semana después ya había contestado una de ellas. La respuesta no podía ser más alentadora, un rotundo sí, mi novela les cuadraba y era totalmente vendible.
Un mes después habían contestado cuatro con la misma respuesta positiva. Entonces, la sombra de Amazon y la autopublicación se cruzaron en el camino. No me terminaba de convencer porque no me sentía segura. Y de ahí que buscara una editorial de autopublicación. Círculo Rojo fue la elegida. Y gracias a ella, hoy, puedo tener mi novela en mis manos y cumplir un sueño que pensé que nunca viviría, como suele suceder con los sueños.
Ahora solo espero que disfrutéis de ella y consiga evadiros por unos instantes de todos esos problemas que no nos dejan escapar.
Leer da sueños y, para mí, escribir los ha cumplido.
Fátima