El plan

Ventu

Natalia, una amiga del trabajo me llamó sobre las once de la mañana.

—Oye, Ventu, ha llegado un sobre de Correos a tu nombre. Era certificado y he firmado por ti. Te llamo porque pone «Urgente» y sé que no tenías pensado venir esta semana…

—¿Urgente?, ¿de Correos? No estaba esperando ningún paquete —contesté confuso.

—No, no, es que no es un paquete, es un sobre. —Oí que lo movía—. Parece tener un papel o sobre dentro. A ver si va a ser alguna notificación de Hacienda o algo…

—¿Y me lo mandan al trabajo?

—No lo sé. Aquí está —confirmó.

—Vale, ya me he rayado, tía… Voy para allá, puede que sea importante.

—Sí, yo también lo creo.

 

Por más que dediqué la hora de camino en pensar las cien mil posibilidades y remitentes, nunca habría imaginado, ni en mis mejores sueños, de quién procedía el envío. El sobre me esperaba encima de mi mesa. Lo cogí y sonreí a Natalia. Caminé rápido hasta el baño y lo abrí. Metí la mano y saqué un sobre un tanto cutre, sin pegamentos ni nada. Dentro parecía haber una carta. La saqué.

Inspiré llenando mis pulmones para sofocar el llanto al reconocer la letra de mi mejor amiga. Leí y releí sus palabras varias veces. ¡Qué orgulloso estaba de ella! Volteé el sobre de Correos repetidamente. ¿Cómo lo habría hecho?

«Vale, ahora hay que actuar, y rápido», me exigí.

Creé otro grupo de WhatsApp de amigos e incluí a Adara y a Lucía. «Si me pinchas versión oculta».

Apremia quedar, chicas. Juro solemnemente que esto es una travesura.

Cerré los ojos deseando que contestaran lo más discretamente posible.

Adara:

Perfecto.

En el último bar donde estuvimos todos juntos. ¿Cuándo?

Lucía:

Presencia confirmada.

Tiene que ser hoy, ya y en mi casa.

Lo siento, pero esto corre prisa para ayer.

Adara:

Confirmo. En cuanto salga voy, llevo comida.

Lucía:

No voy a poder, hacedme videollamada, me escaqueo un rato.

Fantástico, teníamos las mejores amigas del mundo mundial. «Chiara», me asaltó la mente. Entré en su perfil de Instagram y le mandé un corazón azul. Hacía días que decidimos que esa sería nuestra señal de información vital. Me hizo videollamada. La invité a nuestra quedada de urgencia, aceptó. Le pedí discreción con Adrien. Asintió y se cerró la boca con una cremallera imaginaria.

 

El cuerpo me temblaba y no dejaba de mirar el reloj, esperando ansioso que el timbre sonara. Con el primer toque corrí, pregunté y abrí a Adara.

Mis pulsaciones tenían una velocidad que hacía años no alcanzaban. Adara entró con Chiara y otra chica. Me abracé a mi amiga, que hacía meses que no veía por la situación que teníamos.

—La echo tanto de menos… ¿Por qué no podemos hablar con ella? —preguntó Adara con un puchero.

—Si Lola no os ha llamado, quiero entender que será para manteneros al margen… Lo que os tengo que contar hoy es muy importante —contesté.

—Ventu —saludó Chiara con gesto de pena—, ya siento que nos tengamos que conocer así. —Me tomó de las manos—. Ella es Laura, mi mejor amiga.

Llamamos a Lucía, sus ojos reflejaban tristeza con un pequeño rayito de esperanza. Inspiré con fuerza y leí la carta que Lola había mandado.

—Vale…, está claro que es una llamada de auxilio. Tengo un plan —se animó Laura.

—¿Ya? —se sorprendió Lucía.

—Sí, mi mente iba pensando según leía. Ella va a estar en el concierto. Nosotros también.

—Pero no va a ir sola… Llevará a los machacas esos y será difícil acercarse a ella. Yo los he visto, son muy gorilas… —alegué —. Y seguro que a mí me tienen fichado.

—¿Y si nos camuflamos? —propuso Chiara.

—Podría ser… —Adara se quedó pensativa—. Habrá muchísima gente, los cantantes son reguetoneros de ahora y la peña irá vestida de manera muy llamativa, como las que llevaban sombrero rosa para el concierto de Karol G. Nos ponemos abrigos, peluca o peinados llamativos, gafas, maquillajes…

—¡Sí! De esa forma no tendrían por qué reconocerte. ¿Sabes maquillarte y dejar de parecer tú a simple vista? —me preguntó Laura.

—Sí…, me puedo poner gafas de ver y piercings falsos en la boca y nariz, teñir el pelo…

—¡Hecho!

—Vale, suena bien, pero el plan ¿cuál es?, ¿sacarla de allí? ¿Cómo? —tanteó Lucía.

—La metemos en el baño y la cambiamos de ropa. —Laura tenía una fuente de ideas en su cabeza—. Yo me pongo su ropa, ella se pone la mía y sale con el grupo como si allí no hubiera pasado nada.

—Cuando salgas tú…

—Nah, comprobarán que no soy ella y listo.

—Y listo, dice… Que son gorilas… —repetí— y delincuentes —especifiqué.

—Se pondrán nerviosos al ver que no soy ella…

—Yo tendré que ayudaros desde fuera, tengo al niño… Me da mucha rabia no poder ir —se mostró preocupada Adara.

—Jo, yo tampoco podría —añadió Lucía con tristeza—. No quiero sentirme inútil, es nuestra amiga… ¿Y si Adara y yo nos encargamos de buscar entradas de reventa? Yo cargo con los gastos. ¿Cuántas compramos?

—¿Tres? —contó Laura.

—Chicos…, yo no esto no lo veo sin que lo sepa el GEO. Vale que el plan parece de película de serie B para dormir la siesta, y de tan simple que es, hasta podría funcionar. Y después ¿qué?, ¿cómo la sacamos de ahí? Su móvil estará controlado, estamos en otra ciudad, nos arriesgamos a que nos sigan de alguna manera y estaríamos totalmente desprotegidos… —La preocupación de Chiara se contagió al resto del grupo y nos quedamos en silencio—. Eso sin añadir que no sabemos cómo transmitirle el plan a Lola, lo que nos pone en más riesgo aún si cabe.

—Se lo podemos contar a Adrien, yo te ayudo —comentó Laura—. Le pedimos que se mantengan al margen hasta que la saquemos y después es toda suya. Le esperas fuera, la llevamos hasta ti y se la das a Adrien…

—Entonces serían dos entradas, no tres —apunté.

—Eso es muy arriesgado —dijo Chiara—. Solo dos personas… no habría ningún tipo de cobertura…

—Que tiquismiquis te has vuelto, nena. Tú antes molabas, cuando no vivías con don policía de élite —ironizó Laura. Volvimos a quedarnos en silencio—. Se lo puedo decir a Sara.

—No veo yo a Sara en esto, quizá Ana…

—Perdonad, ¿esas quiénes son? —pregunté.

—Unas amigas de mi novio, son majas, y como amigas valen un potosí. Se lo diré a Sara y si no quiere, se lo comento a Ana. ¿Contenta?

Chiara asintió.

De repente, Lucía realizó un resumen en voz alta, con un tono de suspense que ponía el vello de punta.

—Está bien armado. Creo que en algún momento deberíais tirar su móvil a algún contenedor, pero eso ya, que lo diga la poli… Y nos queda lo más importante, ¿cómo le contamos a ella cuál es el plan? Porque si lo tiene todo pinchado, ya podéis descartar videollamadas, mensajes y cualquier red social que tenga instalada —intervino Adara.

—Yo de esta no salgo bien de la cabeza, así os lo digo. No nos hemos metido en Málaga, cuando ya estamos hasta el cuello de Malagón… —Suspiré desganado.

—¿La radio? ¿Ella escucha la radio? —Me encogí de hombros ante la pregunta de Laura.

—¿Y un podcast? —inventó Chiara—. Lo grabamos en un podcast y, no sé, en una videollamada le podemos ir poniendo carteles donde ponga el nombre del podcast

—Ya, y descubrimos nuestro plan —rebatió Laura.

—No tiene por qué —intervino Lucía—. Podemos narrarlo como si fuera un cuento. Lola es muy inteligente, entenderá perfectamente la metáfora. Lo podemos dividir en tres capítulos, como contando un cuento y cuando sepamos que lo ha escuchado, lo borramos.

—¡Qué maquinas pensantes estáis hechas! Esta gente me mola, Chiara. —Rio Laura.

—¿Desde qué cuenta? La van a registrar y la huella digital los llevará hasta nosotros. Con suerte se darán cuenta después, pero ¿y si es antes?

—Habrá formas de ocultar la identidad con correos falsos o algo de eso —sugirió Adara.

—Carlota.

Adara y yo miramos de golpe a Lucía. Sus ojos oscilaron en los nuestros.

—¿Eres masoca?

—No, Ventu, ella lo ha sabido hacer… Es por Lola… Si tenemos que recurrir a ella, yo estoy dispuesta a llamarla y pedirle ayuda.

—¿Te fías de ella? —preguntó Adara.

—No y sí. No me fío de ella, pero Carlota nunca tuvo problemas con Lola, además, nosotros nos arrastraríamos bajo sus pies y ella tendría su momento de protagonismo. Algo así como demostrarnos que en realidad debería seguir formando parte del grupo.

Los segundos pasaron sin que nadie articulara palabra.

—No hay otra opción —me atreví a admitir.

—Pues listo. Cada uno tenemos nuestro cometido. Yo me encargo de Carlota —se ofreció Lucía.

 

Dos horas después, teníamos los carteles listos. Carlota había atendido la llamada y había creado un usuario y contraseña para poder subir el podcast. También se comprometió a borrarlo todo en cuanto nos pudiéramos asegurar que Lola lo había escuchado. No pudo confirmarnos que un hacker no llegara a esa información, pero intentaría hacerlo de tal forma que le costara un poco más confirmar que éramos nosotros los que estábamos tras ese podcast.

La implicación de Laura y Chiara fue total y me tuve que contener las lágrimas de emoción. Lola y Roberto tenían gente que los quería de verdad y se arriesgaría a lo que fuera necesario. Solo quedaba saber cómo actuaría la policía cuando Chiara se lo contara a Adrien. Me carcomía un halo negativo, ¿y si después de haberlo preparado, de haber redactado los capítulos y haber informado de aquella forma a Lola, la policía nos negaba actuar así? ¿Cómo la íbamos a informar de que todo el plan se cancelaba?

—Chicos —murmuró Chiara frotándose la cara—, estoy pensando que, aunque juegue mis cartas, si se lo digo ya a Adrien, nos arriesgamos muchísimo, pero… —inspiró con preocupación— si se lo digo una vez que hayamos borrado el usuario de Spotify, ya no habrá vuelta atrás, ¿no? Quiero decir —se adelantó a Laura que quiso cortarle—, el GEO monta un operativo en cuestión de minutos, no hace falta que tengan una semana de preparativos. El problema es que no voy a poder esconderle esto, me va a notar que me pasa algo.

—Te voy a echar un cable. Lo suyo sería hacerlo ya, ya de ya. Lanzamos el primer capítulo, en cuanto veamos que lo ha visto, lo borramos. Al poco lanzamos el otro, en el mismo día, y lo borramos. Se podrá ver cuánta gente lo ha escuchado, ¿no? —Asentí—. Al día siguiente el tercero y borramos todo. Después ya se lo puedes decir.

—Vale, eso reduce los tiempos, pero ¿y esta noche?

—Te quedas en mi casa, tía. Es más, llamamos a Sara y vamos a comprar la ropa que nos vamos a poner ese día. ¿Te apuntas, Ventu? —propuso Laura.

—No sé…

—Venga, prepara una mochila. Esta noche hay pijamada en mi casa. ¿Pizza o hamburguesas?

 

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Fátima Corral

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